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Frontera. capítulo 7

Pensé que era mi último día, mi postrero suspiro. Pero era el comienzo de una nueva era...el principio de una venganza.
Las mentiras de todos no eran más que transparencia ante mis ojos... no lo podía creer.
Engaño tras otro, parecía un trabajo, y si lo era estaba bien pagado.
Me dejaron por días ahí adentro sola.
Pero me mejoré y aunque la venganza no sea solución para una dificultad, es una forma de liberarse o expresarse del dolor por lo pasado.
No había ningún comprobante de la adopción, solo de la venta de órganos con el consentimiento del orfanato.
Era solo un producto... uno al que producen, venden y tiran, para limpiarse las manos.

Al llegar observé que las luces estaban encendidas, y la presencia de sus sombras tras los cristales diáfanos se notaba con claridad.
Contentos gozaban del festín, de todos los deliciosos manjares que había preparado Amelia, ella tenía una gran cualidad para la cocina...
Recordé que guardaban la llave bajo el tapiz. Antiguo truco de abuela que usaban todavía para esconder cosas.
Sin más... sin ningún remordimiento alguno ni disgusto por la acción que iba a tomar... abrí la puerta y con el arma a mano disparé.
Todos me quedaron mirando con sobresalto, espantados por los impactos los cuáles dejaron huella en las paredes y ventanas del salón.


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