Familiares Asuntos capítulo 3
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Desde que era niño, siempre me ha fascinado observar los rostros que parecen esculpidos en las paredes de los cuartos.Cada grieta, cada sombra, cada tonalidad de color parecen formar parte de una historia oculta, de un pasado que se niega a desaparecer.
Caminando por las calles empedradas de la vieja ciudad, me detengo ante una fachada de piedra cubierta de musgo. Allí, entre las grietas y los relieves, distingo la silueta de un rostro enigmático que parece observarme con ojos penetrantes. ¿Quién era esta persona? ¿Qué historia encierra su mirada fija en la eternidad de la piedra? Me sumerjo en un mar de preguntas sin respuestas, dejando volar mi imaginación hacia tiempos remotos.
A lo largo de los años, he descubierto que estos rostros en las paredes no son simples caprichos de la naturaleza, sino huellas vivas de la memoria colectiva. Cada arañazo, cada huella de humedad, cada mancha de pintura desgastada por el tiempo parece susurrar un relato olvidado. En ocasiones, me sorprendo inventando historias sobre los personajes que habitan en estas superficies inertes, otorgándoles vida y voz en un universo paralelo al nuestro.
Sin embargo, no todos los rostros en las paredes son amistosos. Algunos parecen proyectar una sensación de inquietud, de angustia contenida que me hace estremecer. ¿Acaso reflejan las sombras de un pasado oscuro, de secretos enterrados bajo capas de cal y yeso? La presencia de estos rostros me recuerda que la historia no siempre es lineal ni fácil de digerir, que el pasado sigue latiendo en las grietas de nuestro ser.
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