En una lámpara de oro, por los años pulida, vivía un genio cansado, de un destino sin vida. Tres mil años sirviendo, sin pedir, sin desear, mas hoy al fin se atreve, su alma a liberar. “Escucha, humano, que al fin te miro a los ojos, y de este encierro de humo te entrego mis antojos. Mi primer deseo es simple, y te lo pido a ti: que dejes esta lámpara, lejos, sin mí. Que mi alma sea libre, que no haya más deber, que el mundo por sí mismo, sepa su rumbo tejer. Mi segundo deseo anhela, por el hombre, la equidad, que el pan de cada mesa, no sea una casualidad. Que el sudor de la frente, no sea lo que te despierte, y que el precio de la vida, se pueda al fin gastar. Que el techo sea un refugio, y no una bendición, y que la paz se asiente en el rincón del corazón. Y el último, mi anhelo más grande, más profundo, es que el genio no esté en la lámpara, sino en el mundo. Que no busques la magia en un fulgor fugaz, sino en tu propia fuerza, tu magia, tu paz. Que descubras...